Inician otro ensayo clínico de terapia génica en humanos.


Cristina Irigoyen y Javier Ruiz.
En general, la RP empieza a manifestarse en la juventud, aunque hay casos en los que se diagnostica a los 6 meses de vida o a los 50 años de forma casual. «Pero esos son los menos». La mayoría de los afectados empiezan a tener problemas de visión nocturna o en sitios con poca luz en la adolescencia, cuando perciben cómo su campo visual se va reduciendo, por lo que cuando juegan al fútbol no ven la pelota en ese pase lateral, o les cuesta localizar su butaca en el cine. También comienzan a sufrir accidentes o dejan de saludar a conocidos, por lo que pueden pasar por torpes o antipáticos. Pero lo que les sucede es que no ven bien, que su campo de visión se asemeja al de una persona cuando mira a través de un cono, de un túnel. En Gipuzkoa hay 200 pacientes diagnosticados de retinosis pigmentaria, una enfermedad hereditaria y degenerativa que, en algunos casos, conduce a la ceguera.

Esos 200 guipuzcoanos tienen un diagnóstico clínico, y un tercio de ellos también el genético, lo que permite conocer esa mutación o mutaciones que causan la enfermedad y saber si lo ha heredado un hijo (hay hasta un 50% de probabilidades) o tomar decisiones de cara a tener descendencia. También permite conocer la evolución de la dolencia. Completar el nombre de la enfermedad con información genética posibilita otro aspecto muy importante: estar en primera línea para acceder a ensayos y tratamientos que comienzan a probarse y son punteros.

 Seis guipuzcoanos han superado la primera criba y ya forman parte de sendos ensayos con terapia génica que se están desarrollando en el hospital universitario de Tübingen, Alemania, centro de referencia internacional en distrofias retinianas. Se trata de ensayos «con los que hace diez años no se podía ni soñar», subraya Javier Ruiz Ederra, quien lidera el grupo en Neurodegeneración Sensorial de Bionodostia, el encargado de identificar esas mutaciones. Desde la cautela para evitar falsas expectativas ya que no se prevé una aplicación inminente, Ruiz destaca no obstante el paso que supone que pacientes guipuzcoanos puedan acceder a estos ensayos gracias al trabajo conjunto de Biodonostia y el Hospital Universitario Donostia.

 En el centro sanitario, Cristina Irigoyen, responsable clínica del proyecto, diagnostica a sus pacientes y recaba, además de las muestras de sangre, información que sirve para orientar a los investigadores de Biodonostia, donde destripan la causa genética-molecular de la afección. «Se trata de encontrar la aguja en un pajar», señala Ruiz. Actualmente, se han descrito más de 85 genes implicados. «Son con los que empezamos a trabajar. Si el paciente pasa todos los filtros sin que hallemos nada, recurrimos a técnicas más complejas para buscar en otras regiones o dar con otros cambios que puedan explicar la enfermedad». A día de hoy se han encontrado las causas del 65% de los casos.



Una mujer de 83 años

 El catálogo de hallazgos en Biodonostia incluye la detección de retinosis pigmentaria debido a mutaciones en el gen PDE6A. En un congreso, dieron con unos investigadores germanos que estaban reclutando a pacientes con la mutación. Y es así como en abril Irigoyen viajó con una guipuzcoana de 83 años a Alemania para que le hicieran algunas pruebas. «Fue muy emocionante».

 Este año y el que viene se analizará la evolución de los participantes en el ensayo y está previsto que la terapia en sí arranque en 2017. «Consiste en inyectar en la retina el gen que está mutado, poner el sano, con lo que se evita que la enfermedad progrese», explica la oftalmóloga. El tratamiento está pensado para estadios iniciales de la enfermedad con el fin de evitar el deterioro, aunque este ensayo clínico está destinado a medir la «seguridad y eficacia» de esta terapia génica, «por lo que se va a tratar el peor ojo y en pacientes con pérdida severa de visión».

 Esta primera relación con los investigadores alemanes ha propiciado otra colaboración. El próximo 11 de octubre cinco guipuzcoanos de entre 20 y 35 años y diagnosticados de Stargardt, la segunda enfermedad retiniana hereditaria más frecuente, viajarán a Tübingen. En este caso, la dolencia afecta a la visión central. «Lo bueno es que el 80% de los casos está causado por una única mutación, y el diagnóstico genético es más sencillo», señala Irigoyen. La dinámica es la misma: explorarles este año y el siguiente y, los seleccionados, serán tratados con terapia génica en 2017.

 El hecho de tener un diagnóstico genético, que en Osakidetza se realiza desde 2009, es «fundamental» para acceder a estos ensayos, pero ahora que se cuenta con la tecnología es el apoyo económico el que marca los límites. «Se saca muestra a todos los pacientes, y según obtenemos financiación, solemos hacer el estudio genético», señala Ruiz.

 El aspecto económico, por su elevado precio, también pesa a la hora de acceder al tratamiento, este sí aprobado, como son las prótesis retinianas u ojo biónico. «Se colocan en estadios muy avanzados de la enfermedad, cuando el paciente ya solo percibe luz. Estos dispositivos se componen de una cámara que capta la imagen que ve el paciente y la transmite a la retina. Con unos electrodos se llevan los impulsos al nervio óptico, al cerebro, y se crea una imagen. El paciente mejora un poquito, es capaz de distinguir bultos, puertas...», señala Irigoyen. «Nos gustaría que el Gobierno Vasco financiara este tipo de tratamientos, del que se puede favorecer muy poca gente, porque luego requiere de un aprendizaje posterior. Se trata de aprender a ver de otra forma.