Xavi Porras: Los retos de un atleta invidente

El verdadero reto no es poder correr los 100 metros en algo más de 11 segundos, los 200 en 24, llegar a más 6 metros en salto de longitud y a 13 en triple salto. El mérito no llega cuando terminas una prueba de atletismo, ni siquiera cuando la ganas. Lo que te hace especial es conseguir todo esto siendo ciego. Xavi Porras ha logrado todas estas marcas a oscuras, sin más visión que el negro infinito, pero con una dificultad más: sí conoce el color de la vida y la forma de las cosas. Xavi nació y creció viendo, pero la luz de su mundo ha ido apagándose poco a poco.
La culpa la tienen dos palabras que no son muy conocidas, pero tampoco suenan bien: retinosis pigmentaria. Sin un médico en la sala, en este artículo sólo puedo explicarlo con un ejemplo de lectura (subraya cada frase con el puntero para entenderlo mejor).
Imagínate que nada más aprender a leer fueras capaz de leerlo todo.
A los diez años de edad empezaras a dejar de leer algunas palabras del texto.
Un par de años después sólo captaras unas pocas palabras de la frase.
Y a los dieciséis ya no consiguieras leer nada.
Los padres de Xavi ya sabían poco después de su nacimiento que tenía un problema de visión. Se dieron cuenta de que algo pasaba cuando, jugando con su bebé, le lanzaban juguetes y algunos los cogía, pero otros no. Los médicos hicieron muchas pruebas al pequeño, y acabaron descubriendo su enfermedad. Aun así vivió una infancia normal, con un balón de fútbol a su lado y la camiseta del Barça siempre puesta. Cuando no sabes cuándo tu hijo va a dejar de ver, procuras que exprima todo lo posible el mundo que de momento sí puede disfrutar. A los 14 años ya no podía jugar al fútbol; a los 16 tuvo que aceptar su dependencia.
Pero Xavi Porras se negó a dejar el deporte, su forma de exprimir la vida, su manera de seguir vinculado a la realidad. En 1999 tenía 17 años, y todavía recordaba los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, en los que pudo disfrutar con la visión Carl Lewis. El atletismo le deslumbró e iba a ser este deporte el que le daría las mayores alegrías de su vida.
Ser atleta ciego no es fácil porque siempre corres como dos, acompañado y agarrado a tu guía, una persona que tiene que ser tus ojos pero también tiene que tener tus piernas: su ritmo es el tuyo, y si quieres ganar, él debe ver por ti y correr como tú. Sin embargo, a él no le costó tanto eso, ni entrenar 3 horas diarias 6 días por semana, ni aprender braille. Lo que más le costó fue relacionarse con personas ciegas, ya que "la única persona de esas características con la que me había relacionado, era conmigo mismo".

Los de Río, sus cuartos Juegos Olímpicos, son la mejor forma de demostrar que, sea cual sea el problema que intente hacerte fracasar, quien quiere puede. Desde el año 99 hasta hoy ha logrado casi una veintena de medallas en aquello que le hace sonreír: el atletismo en particular, el deporte en general, la superación en definitiva.

-Del atletismo viven pocos.
Del atletismo paralímpico no vive nadie. Xavi Porras trabaja de teleoperador, y sus vacaciones son los campeonatos en los que participa. Las dificultades no frenan a quien siente pasión por lo que hace, aunque haya tenido que vivir cómo a su mundo se le fue apagando la luz hasta dejarle a oscuras.

Fuente: codigonuevo