Laura Trejo. Valiente mujer sordociega de Argentina

Decidí contar mí historia para enmarcar el motivo que me  llevó, junto a un grupo de personas a crear ASOCIE, una asociación para padres, amigos, profesionales y Sordociegos de todas las edades, aquí en argentina.
Yo, a diferencia de la mayoría de los que atraviesan este camino, no tuve apoyo familiar.
Vivía en caba y a mis 23 años, allá por el año 1997, a raíz de un ataque de asma, le faltó oxígeno al cerebro y quedé en coma 6 meses. Estaba casada y con un hijo, alquilaba y vivía lejos de mis padres, en la misma provincia pero alejados físicamente, aclaro, estos eran muy agresivos y no deseaba que mí nueva familia se forme en un medio tan hostil.
El factor desgracia cambió mis planes porque quedé inconsciente por no poder respirar y el padre de mi hijo se enamoró de mi única amiga. No quiso saber nada más conmigo.
Yo no lo sabía, dormí 6 meces.
Solo estuvo mi familia materna entonces.
Al recobrar el conocimiento, noté que no veía como antes, tampoco escuchaba igual y mi cuerpo estaba totalmente paralizado.
Me llevó mucho mover mí mano izquierda, esta con la que escribo hoy y la única en recobrar movilidad.
Luego de un año sin mejoras, mi alta estaba lista. No tenía a donde ir. El padre del nene no quería llevarme y mis padres no tenían vivienda, razón por la cual, terminé en un geriátrico a mis 24 años.
Mí chiquito, de muy corta edad, era la única visita que tenía, me iba a ver todos los días primero, hasta que me enteré de su inminente mudanza a un punto alejado de la provincia de buenos Aires. Me desesperé y desde un locutorio le dicté a mi hermano una carta para enviar a todas las radios.
Lo único que conseguí fue que me echen del hogar de ancianos.
En tanto, mis padres habían conseguido una casa en La boca y fui allí.

Ellos jamás aceptaron mí discapacidad y yo menos. Sobreviví 10 años en los que me trataban como un bebé, excepto cuando mi madre, afectada psíquicamente, me golpeaba.
Yo no estaba enterada de lo que era la sordoceguera, no se conoce mucho al respecto. Lo único que innegable era la falta de visión y la pérdida auditiva. Al audífono no me fue sencillo acostumbrar. Recién hace poco pude lograrlo. Tengo un resto auditivo bastante bueno del lado izquierdo, y con eso me alcanzaba para oír un poco.
Siempre soportando golpes y con mucho miedo, fui dejando de hablar, tenía un bloqueo emocional muy grande. Me escondían para que nadie viera marcas en mí.

Llego un punto en el que ya no podía seguir, sentía y entendía pero me era imposible cambiar algo.
Conseguí que un muchacho me lleve a la iglesia evangélica y no puedo explicar lo feliz que fui al saber que alguien me amaba. La religión fue mi refugio en ese momento.
Años más tarde mí padre enfermó de cáncer y decidieron volver a internarme.
Creo que fui feliz al enterarme. No sería golpeada nuevamente.
Nuestro país carece de vivienda para los que poseemos más de una discapacidad. Por dicho motivo debemos aceptar vivir con gente de más de 8 décadas, en lugar de estimularnos y hacer que mejoremos y saquemos nuestras ganas de vivir. Nos depositan en centro de la tercera edad, cuando lo que en realidad necesitamos, es poder desarrollar al máximo nuestras capacidades para poder insertarnos en la sociedad. Terminamos siendo parte de un grupo que está transitado el tramo final de sus vidas, sin la atención que necesitamos.
Por otro lado nunca dejé la rehabilitación, en mí caso abandonarla sería lo peor que podría hacer.
No estoy divorciada, en ese entonces la obra social me cubría un gimnasio y el hogar.
Mi ex cambió de trabajo y quedé sin obra social. Me quedaba en la calle o regresaba con mi familia.
Hacía poco que había contratado a un asistente que pagaba con mí pensión. Él me llevó a recorrer cielo y tierra hasta conseguir la clínica en la que vivo.
Acá acepté mi ceguera, uso un software parlante para escribir y publiqué un libro de ficción en el que hace alusión a la discapacidad.
Mucho pasó hasta que supe que era sordociega. Como me comunico con el mundo mediante mí computadora descubrí que estoy dentro de este colectivo.

Antes no comprendía lo que me decían y creía que era por la lesión, me consideraba tonta.
En Febrero de este año conocí a Alex García y me presentó a un grupo de personas con el que empezamos a planear como hacer para que ninguna persona pase lo mismo que yo.
Acá hay colegios para Sordociegos pre simbólico. No hay nada para adultos. No hay apoyo a los familiares que no saben qué hacer con quienes tenemos esta discapacidad. No hay nada que incentive a los Sordociegos a desarrollarse e insertarse en la sociedad.
Yo busqué por todos lados. Argentina no posee nada y eso es lo que queremos cambiar.
No sé hacerlo y sola no podré, uniéndonos estoy segura de que sí.
Por ahora somos pocos a medida de que se difunda esta forma de vida y la posibilidad de elevar nuestra calidad de existencia, seremos más.

Una hormiga no puede mover la montaña pero muchas no tienen límites.  
Laura Trejo. Mujer sordociega de Argentina.